lunes, 27 de julio de 2015

Das cocheiras do Stud Mario Rossano

Como todos los días 26 de cada mes, el amigo Fernando Rozano publica en su excelente blog Chronosfer pasajes de la vida de su padre. Aqui va entonces la traducción del último trabajo.
En recuerdos que desgranó a los 80 años -se iría a los 82-, Don Mario habla de su amor por los caballos, punto de partida para construir su vida y su familia.


El amor por los caballos de carrera.


"Mi padre tenía caballos de trabajo. Nació en Uruguay y desde allá vino con una tropa para vender al ejército. Llegó, contrajo matrimonio y se afincó. En el verano la familia iba para Cassino, pues en esa época era muy difícil conseguir empleo, por eso nací allí. Mi padre compró un pedazo de tierra y comenzó a vender leche y carne a los veraneantes.
En 1941, cuando falleció mi madre, fue a trabajar a Swift mientras mis hermanos y yo entramos en el colegio de los padres salesianos. Yo por entonces ya era un apasionado de los caballos.
Mi padre tuvo un accidente, permaneció mucho tiempo en el hospital, y nosotros internos en el colegio. Un domingo reservado por el destino, los curas nos llevaron a pasear, en aquellos antiguos ómnibus abiertos, al campo de la Villa Sao Miguel. Quedé trastornado, no sé con qué expresión definir aquello. Montaba desde los siete u ocho años, y observando los caballos allá en las canchas rectas de Cassino con sus jinetes uniformados (el uno blusa blanca, el dos roja, el tres azul, el cuatro amarilla...), quedé todavía más apasionado. Al día siguiente, en el momento de la misa, le dije a mi hermano mayor Antonio que huiría, y salí.
Fui en dirección al campo por la carretera Coester, que existe hasta hoy. Estuve el día entero caminando para llegar. Vi un caserón, en la Villa Matadouro. Era un stud. Había un muchacho trabajando, entré y pedí trabajo. Por mi tamaño no fui aceptado, pero llegó un señor que era entrenador, Darci Casser, y dijo que por la casa y la comida, podría quedarme. Y me quedé, limpiando los establos y haciendo ese tipo de tareas. En el año '42 mi hermana, cosa del destino mismo, se casó con un ex jockey entonces entrenador, Dirceu Antunes, que me empujó todavía más para el campo y los caballos.
Mi padre estaba saliendo del hospital, cuando supo que había huído me llevó de regreso para Cassino, y retorné al colegio. En el verano de aquel año, un señor amigo llamado Luis Pelhos, representante de la vinícola Garibaldi, de Pelotas, me llevó allá para salir del campo y estudiar. Antes de emprender el viaje yo andaba por los studs de Dirceu, recuerdo una anécdota de aquellos tiempos: un día monté una yegua llamada Madresilva y fui hasta donde entrenaban los ejemplares de mi cuñado, a quien no le gustó y la envió de vuelta para el stud. Cuando llegamos, el portón estaba cerrado. La yegua se detuvo, yo caí, y después ella abrió y entró sin problemas. De todas formas al día siguiente yo ya estaba llevando caballos para caminar en el agua, pues en Rio Grande es muy común hacer eso para curar las rodillas de los ejemplares.
























En Pelotas iba a estudiar, no recuerdo si en Gonzaga o Pelotense. Era la época de la guerra, se tiraban muchas piedras sobre las casas de los alemanes, los chicos hacían eso y yo estaba junto a ellos. Cierto domingo el señor Luis nos llevó a pasear justamente a Tablada, parecía que me estaban siguiendo los lugares relacionados con caballos. El lunes por la mañana la esposa del señor me pidió llevar la correspondencia al escritorio del marido. En el medio del camino, volví. Era febrero o marzo, todavía no habían comenzado las clases. Como tenía algún dinero en el bolsillo, puse mis ropas en un bolso y fui para la estación ferroviaria. No había tren, pero pasaría un coche-motor procedente de Bagé a las ocho de la noche. Estuve todo el día esperando. Cuando llegué, mi hermana casi enloquece. Tres o cuatro días después mi padre fue a visitar a su nieto recién nacido y me llevó otra vez de regreso a Cassino. Y me dijo que si yo quería estar con los caballos fuera para Chuí, a una estancia de unos amigos de él. Pensé en huír otra vez, pero no fue posible. No recuerdo bien, pero mi hermana lloró y terminé en los studs de Miguel Pereira en la Villa San Miguel. Ya tenía trece años cuando Dirceu, conocido como Morcilhão, llevó unos caballos para correr en Pelotas.
Estuve en Rio Grande hasta que un día llegó un señor y me llevó para correr en la recta, en Senandes. Gané. Fue mi primer carrera y la primera victoria, pero casi que no valía en esa pista. Un jockey, Ademar Cunha, Chilinga, resolvió inscribir una yegua que trabajaba todos los días, Alfaciana, que debía correr con 44 kg. No tenía jinete con ese peso y mi hermana dijo "Pon a Maruca", como ellos me llamaban, y así conseguí la matrícula de aprendiz de tercera. Esa fue la primera vez que monté de manera oficial, en el año '44, todavía con doce años. No tenía botas y se las pedí a Dinarte, colega de trabajo, también aprendiz. Tengo una fotografía de ese día, mi primer carrera oficial como jockey en Rio Grande. Todo era muy difícil, lejos..."


Aprendiz en 1943. Frente a la sala de pesaje del Hipódromo de la Villa São Miguel, en Rio Grande: Eroci Pereira, Milton Pires, Alceu Gonçalves, Dirigente del Jockey Club de Rio Grande, Sr. Vilmar Ferreira, Sr. Felício Zobgi, Mário Rossano, Sr. Jaime Fuá, António René, Edgar Machado, Arami Rodrigues, Savagé Azevedo y Omar Patron.





Playa de Cassino, estado de Rio Grande do Sul, Brasil, con su famoso navío encallado en 1976.



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