La semana pasada en la cobertura del GP Bento Gonçalves
referimos un texto de los muchos que se publicaron en la página de Internet del
Hipódromo Cristal como previa de la gran carrera.
Pasada ya la 106º edición del máximo clásico
gaúcho con la victoria del tordillo Whoope Maker, vale la pena volver a
aquellas líneas referidas, un relato entrañable de nuestro querido amigo
Fernando Rozano.
Me tomo el atrevimiento de traducirlo del
portugués y dejarlo entre lo mejor de la sección "Plumas Burreras".
Marcelo Fébula
Collage de material periodístico del GP Bento Gonçalves 1961.
No asistí a mi Bento
inolvidable. Lo relaté.
Un niño de siete años no entiende nada de turf.
Por lo menos no en 1961. Pero en mis tiempos de niño yo era más que aficionado
al turf: rivalizaba con Vergara Marques en el relato de las carreras. ¡Y cómo rivalizaba!
Mis narraciones eran mucho más emocionantes, las carreras más disputadas. Vergara
quedaba en el polvo de la pista del hipódromo Cristal, es verdad.
Coleccionista de bolitas saltarinas y coloridas,
un día cualquiera de mi infancia comencé a darles nombres. De caballos. Esos
nombres venían de mi padre Mário Rossano cuando hablaba con mi madre, de mi
abuelo el Dr. Jardelino Driesch y de los amigos que visitaban nuestra casa. Y
los bautismos se iban sucediendo: El Gustavo, Ouropombo, Ourodá, Lord Chanel,
Ouroduplo, Estensoro, Zago y tantos otros.
No recuerdo si estos caballos estaban en 1961
en Cristal, tal vez algunos de ellos venían desde la nostalgia del desaparecido
hipódromo dos Mohinos de Vento. Y puedo haber mezclado las épocas en las que
estuvieron en la pista, pues continué “relatando” hasta los diez años. Pero lo
concreto es que si me gustaba un nombre, elegía una bolita y el caballo ya
quedaba inscripto en alguna carrera.
Una confesión tardía: me gustaban mucho los
caballos montados por jockeys que vestían la tradicional chaquetilla oro con puntos
negros. Y fantaseaba con una que nunca había visto: salmón con mangas negras.
Y en la alfombra de la sala principal de
nuestra casa de Quintino Bocaiúva, estaba la pista de mi hipódromo. Entre las
patas de la mesa y de las sillas, tenía que hacer ejercicios gimnásticos para
que mis programas se pudieran desarrollar. Obviamente, ganaban las bolitas que
más me gustaban. Casi siempre de atropellada después de una feroz disputa por
la punta. Y el jockey… no preciso decir quién era el gran campeón.
En 1961 el primer año de mi escuela primaria se
aproximaba a su fin, si es que ya no había terminado el año lectivo. Noviembre,
mes en que el calor se iba aproximando lentamente para llegar a diciembre con
toda su fuerza. Noviembre, el mes de la mayor prueba del turf gaúcho, el Gran
Premio Bento Gonçalves.
Mi padre montaba a Lord Chanel. Salió de casa
diciendo que ganaría.
Llegada la hora todos nos situamos alrededor
del aparato de radio. Todos no, yo fui debajo de la mesa para relatar mi Bento.
De pronto, un grito. Dos, tres, no sé cuántos,
por más que me esfuerce mi memoria no alcanza a recordar. Sí sé que mi madre
gritaba ¡Mário ganó el Bento!
Poco después me levanté y fui junto a la radio.
Silencio… y la voz de mi madre: “Fue desclasificado”. No sabía bien qué
significaba eso, pero los ojos enrojecidos de ella indicaban que algo grave
estaba ocurriendo. Comencé a llorar yo también.
Más tarde llegó mi padre. Más silencio, cabeza
baja. Derrota, larga suspensión. Nadie puede entender lo que fueron los días y
meses posteriores a la desclasificación de Lord Chanel en favor de Argonaço. Nadie
puede siquiera suponer cómo vivimos aquel tiempo sembrado de injusticias ni
imaginar la cantidad de cosas que oímos y aún hasta hoy tenemos bien presentes.
Solamente nuestra familia y algunos amigos cercanos.
Hoy, pasados más de 50 años de aquella carrera,
la decisión firmada por la Comisión de Carreras hace tan largo tiempo sigue pareciendo
injusta. Cuando mi padre hablaba al respecto jamás mudó sus convicciones, bajo
ninguna circunstancia cambió su testimonio, siempre fue el mismo.
Hasta cuando lo encontré caído en su casa luego
de sufrir un ACV y para mantenerlo lúcido hasta la llegada del socorro le
pregunté sobre el viaje a Rio de Janeiro del ’52 y sobre todo sobre el Bento
del ’61, la historia fue repetida tal como la contara 50 años atrás, para quien
quisiera oírlo.
Mi padre partió y nunca supo que antes de que
el Bento ’61 fuera corrido de verdad, yo había relatado mi propio Bento, en el
que él cruzó primero el disco de llegada. En el hipódromo de
mis siete años ninguna Comisión de Carreras desclasificó a Lord Chanel.
Yo no asistí al que sería mi Bento inolvidable.
Porque aquella tarde, debajo de la mesa de la sala,
relaté la victoria de Mário Rossano.
Fernando Rozano.
El "relator", entonces con ocho años, después de la victoria de Mar Báltico en el Criterium de Potrillos '62 sobre Ourotrunfo,
Quesito e El Tronio. Ese día no relaté la carrera. Ese día asistí a la victoria de Mário Rossano y pude recibirlo para la tridicional fotografía de los vencedores, con su entrenador el Sr. José Celestino da Silva.
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