La sección Plumas Burreras largó en punta y sacó varios gracias a los primeros aportes de Adrián Domínguez (Algo tenían sus ojos) y Ernesto Quirolo (Lo que le pasó a Abelardo).
"El Gaucho" Omar Puentes Zignago hizo un comentario respecto de este relato dejando en claro que no cantaba retruco, pero como ese comentario es otro relato en sí mismo, decidimos publicarlo para que Plumas Burreras siga estirando diferencias sobre sus perseguidores. Aquí va:
ABRIL DEL ´53
Voy
a contar algo que me ocurrió el 30 de abril de 1953 en mi época de
liceal. El horario de clases de mi turno, era de 16 horas hasta las 21
más o menos. Con mucha anticipación un compañero de clases nos dijo que
el 30 una yegua de su padre correría en Las Piedras y por como andaba
era una fija. Yo ya era viejo en esto de las carreras y me jactaba de
conocer el paño. La yegua me gustaba, se llamaba Rebellion y era
tordilla, la conocía e intuía que la estaban parando.
En ese entonces en
mi casa se compraban varios diarios. El Pais a la mañana, el Plata a
media tarde y el Diario a la tardecita. A ellos se agregaban los martes
Noticias Gráficas, todo ello para que mi viejo y mi tío cotejaran chances y
ensayos para reuniones venideras. Por esos tiempos mi padre, para mis
gastos, me daba todas las semanas una pequeña cantidad de dinero. Creo
algo así de $ 2.00, y eso ocurría el sábado a la tardecita.
La carrera
era el sábado a eso de las 15 en Las Piedras. Corría a la yegua el luego
tristemente desaparecido Pocho García y la entrenaba su padre, Damián
García. El ingenio me hizo juntar todos los diarios viejos, que eran
muchos y venderlos al almacenero. En ese momento los pagaban por kilo
y eran de utilidad para envolver la mercadería. El jueves a la tarde mi
madre fué al cementerio, era el momento justo para hacer la
transacción. Arrastré de a poco los paquetes y salí del almacén de un
griego llamdao Panadiotys con $ 20.00. Una fortuna. Los escondi entre
las hojas de un libro.
Ahora había que buscar una escusa para salir más temprano
ese sábado. A todo esto, el dueño de Rebellion y padre de mi compañero
tenía auto y muy "pata" accedió a llevar el auto lleno al hipódromo.
Para ir había que hacerse la "rabona" que no era la de Borghi.
Ya el
viernes me adelanto a mi vieja y le digo: -El sábado va a haber un examen
sorpresivo en matemáticas y ando medio flojo en el promedio -cosa que
ella sabía-, vamos a hacer una cosa, antes de ir a clase nos reunimos con
Augusto Morosoff y Luis Gaibisso en la casa de éste, para dar un repaso
en serio. El liceo no quedaba cerca de casa pero la casa del repaso sí estaba
cerca. Mamá recuerdo que adelantó el almuerzo y muy temprano
tomé en 125 en dirección al Bauzá, nombre del liceo. Era el punto
previamente convenido para que nos levantasen el viejo y mi compañero
para llevarnos a Las Piedras.
Llegamos temprano, bastante antes de la
carrera. Los otros tres decidieron hacer una "vaquita" para jugarla en
ventanilla. Era una vaquita flaca de poca plata. Yo tenía $ 20. 00 en el
bolsillo y no quería mostrar la "pinta". Tampoco participar en ella me
excluía de jugar en vales que tenían un mínimo de $ 10.00. La salida fué
"No se hagan problema muchachos, la plata la manejo yo". Asi ocurrió.
Fui a
las ventanillas de un boleto y aposté los boletos de ellos. Se los di,
di unas vueltas y fui a la de vales, mi sueño de jugador grande. Las
ventanillas en vales repartían números y por lo general juntaban más de
un caballo. Enfilé sin que me vieran y le pedi al ventanillero dos vales
al 4. Sin mirarlos los eché al bolsillo y a la tribuna.
Por los
seiscientos, luego de dejar el repecho, su acción decía que el "golpe"
era inminente. Pagaba cerca de $ 30.00 por cada dos más o menos. En los
300 pasó a ganar y el griterío nuestro era infernal. Varios en la raya,
al podio a recibirla, la pizarra confirmando el marcador marcaba $ 33.20
a ganador. Una fortuna. Todos a cobrar los boletos de a uno. Reparto.
Sin que me vicharan ya más tarde y mientras se jugaba para la carrera
próxima, fui a ver al pagador de vales.
Por el hueco le pasé los vales. Inclinado
su cabeza me mira y me dice: -Nene ganó el 4. -Sí, sí -le contesto.
Me
muestra el número, y decía 3. La desesperación me hizo romper en llanto.
Me fui al auto y se acabaron las carreras. Conté lo sucedido y el padre
de mi amigo me dió algo así como $ 100 pesos. Un platal que no alcanzaba a calmar mi
frustración.
Volvimos y tuve que andar caminando por la calle esperando
que se hicieran las nueve para volver a casa y continuar con la
mentira.
Recuerdo que cuando llegué y me vió mi madre, con santa
ternura, me dijo: -Hijo, no me digas nada, por la cara que tenés te fue
mal en el escrito.
Omar Puentes Zignago
"El Gaucho"
"El Gaucho"
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