viernes, 31 de octubre de 2014

Plumas burreras - Como soñando

     
Escribí esta nota en TAG al enterarme del fallecimiento de Sr. Ricardo Reighert, a quien no tuve el gusto de conocer personalmente. Reighert fue el entrenador de Eyeofthetiger, uno de los yobacas que más he querido a lo largo de mi vida burrera. 


     Por el 2007 venía bastante desacomodado en el desarrollo, porque me estaba mudando luego de vivir más de 20 años en el mismo lugar, y la instalación en la nueva casa que alquilamos no me dejaba tiempo para nada, ni para el hipódromo. Agendé al negrito el día que ví la Polla de Potrillos en la casa de un amigo, y no me preocupé cuando corrió el Jockey Club. Estaba seguro de que le iba a llegar el momento, y no precisamente en una barata.

     El día del Nacional me fue imposible llegar al HP, hacía apenas unos días que nos habíamos mudado y había montones de cosas que hacer. Ni siquiera me pude escapar a la agencia a tirarle unos boletos, pero a la hora de la carrera estaba firme frente al televisor de la habitación que da a la calle tranquila donde vivimos. Cuando lo vi salir al derecho empecé a gritarlo como si estuviera en la tribuna y así seguí hasta que cruzó. Mi esposa entreabrió la puerta: –Bueno, ahora todo el barrio sabe que se mudó un burrero.


     La que sí pude disfrutar en el HP fue la Copa de Oro del 2008, otra de sus grandes victorias. Estuve atento a su campaña hasta el retiro de las competencias, y cuando planeaba hacer algunos contactos para visitarlo en el campo me enteré del fallecimiento de su entrenador. Tiempo después supe que el Negro estaba como padrillo en Uruguay, en el Haras Cuatro Piedras. Hoy, ingresando en el sitio del haras, me entero que reside en el Beverly Hills Stud de Brasil. 

     En su momento Pablo Gallo me consiguió la conmovedora fotografía que ilustra la nota, cuyo autor desconozco pero sospecho es Marcelo Sarachi.




Como Soñando

En memoria del Sr. Ricardo Reighert, entrenador de Eyeofthetiger.


     Ellos saben que yo sé que ellos saben, pero disimulan como les manda la profesión. Y está muy bien. ¿Qué me van a decir? Desde que llegué acá ando perdido, casi todo el tiempo me parece estar soñando. Pero a veces tengo plena conciencia de estas luces de laboratorio, de los cables que me enchufaron, del ritmo de las máquinas. A la piba la descubrí varias veces controlando todo, me tira unas sonrisas muy lindas cuando se da cuenta que la miro, pero hasta ese momento está seria, como contrariada. El tordo no, él ni se molesta en sonreír. Siempre tiene la misma cara de póker. Pero es así hermano, o al revés si querés, yo sé que ellos saben que yo sé, para el caso es lo mismo. Si hasta lo escucho a Don Carlos con aquello de alguien chaira en los rincones / el rigor de la guadaña / y anda un algo cerca ´el catre / olfateándome el cajón. 

     Te diría que está bien, no me quejo, he vivido bastante y, para qué negarlo, hace un tiempo ando medio cansado. Además, con la profesión he tenido suerte, algunos laburan toda la vida sin poder sacar uno bueno, cosa que yo logré llegando al disco. Pero si en uno de estos viajes tengo una entrevista preliminar con el chivudo le preguntaría si hay posibilidades de quedarme un poco más. No mucho, que me alcance para conocer a alguno de los hijos del Negro, y ahí me voy contento. Bah, mejor sería decir más contento, ya te dije que no me quejo. ¿Saldrán oscuritos y vagos como él? No lo mandaron al remate porque tenía un corte en la pata derecha, y cuando recién lo trajeron del haras tardamos dos horas en meterlo al box. Hasta vinieron los vecinos a ayudar. Me hizo reír el pastero cuando preguntó de qué manera relinchaba. Como no entendíamos, nos explicó que para saber si era santiagueño había que escucharlo, porque allá en Santiago se sabe si un perro es de ahí cuando ladra y dice guaus, guaus. Después nos vaticinó que fiaca y todo enseguida se iba a destacar, algo que yo íntimamente supe desde que lo miré a los ojos por primera vez. Por eso no me preocupó el debut ni me sorprendieron las dos victorias seguidas que vinieron después. Y también por eso lo anotamos con tanta confianza en los G1. Hizo muy buena carrera en las 2000 Guineas, 3º de Indio Glorioso, otra muy buena en la Polla, 3º de Ilusor, y otra más o menos en el Jockey Club que también ganó el Indio (ahí fue cuando lo empezó a jugar con ganas ese pelado que viene a matear al stud y le trae zanahorias). –Dejá –le decía a Luisito en los trabajos de la mañana, –Dejá que todos chamuyen del Parade Marshall, del Honour and Glory y de los otros, cuanto más hablen más los va a dormir el Negro, ya vas a ver. El triunfo grande está al caer, y quién te dice que se dé nada menos que en el Nacional. Lo pusimos de diez, cortaba un pelo en el aire. Yo le tenía una fe a prueba de balas, por eso dije que en cancha seca le corría hasta al Diablo. Ya en carrera, cuando ví cómo lo traía el Win no tuve ninguna duda. Tenía que haber un terremoto justo en ese momento para que perdiera. Qué alegrón hermano, te acordás… En esa recta final me pasaron imágenes de los cincuenta y pico de pirulos que pasé laburando junto a los yobacas. Era como si en el derecho todo se hubiera empezado a desarrollar en cámara lenta. El Negro avanzando y los recuerdos brotando desde la arena cada vez que apoyaba las manos para descontar terreno. Yo, que humildemente puedo hablar de mil batallas vividas, tenía un nudo en la garganta, el bobo acelerado, y sentía el griterío de los burreros muy lejos, como si no estuvieran ahí al lado levantando los puños. Es más, cuando pasó al frente me pareció que él me alentaba a mí. Que ya con el triunfo asegurado relojeaba para la tribuna y me decía –¡Ricardo viejo nomás! Qué se yo, serán cosas de viejo, pero me pareció eso. Cuando les conté a los muchachos del boliche me cargaban diciendo que aflojara con la ginebra, pero bien que a ellos también les tocó el corazón este desgraciado. 

     En el Pellegrini que ganó Latency ni pudo correr. No se acomodó nunca, fue de cajón en cajón durante todo el tiro en medio del malón. Nos habíamos ilusionado, pero no había que amargarse. Me quedé tranquilo, sabiendo que tenía mucho más para dar. Volvió en marzo. Corrió bien el Otoño, 3º de Life of Victory, y bien el GP de Honor, 2º a un largo y medio de Body Soguero. Ahí empezó el clásico. En realidad me enteré bien del asunto bastante más tarde, cuando el pelado de las zanahorias me confesó que llevaba el tanteador porque, como hincha del Negro, se había jugado un mano a mano con un hincha del Body Glove. Hasta me mostró las anotaciones en la agenda: Nacional 1-0, Honor 1-1, República 2-1, Casares 3-1, Comparación 3-2, Pellegrini 4-2, Martínez de Hoz 4-3. Estaba hecho una furia porque para el otro la cosa no se había hecho 4-3 sino 3-3 (no contaba el Pellegrini donde el Negro fue 10º y Body Soguero 12º), y no le quería pagar. Bueno, ese tipo de apuestas tienen que quedar bien claras desde un principio, ignoro cómo habrá terminado esa historia. Pero no me quiero adelantar ahora que empecé a contarte las cosas en orden. Después de esas dos buenas quedó al pelo para correr el República. Yo volví a tenerle una gran fe, no la del Nacional, que esa no se emparda, pero sí una como para estar muy confiado. –Está más caballo –me dijo un veterano de mil carreras cuando lo vio en la redonda esa tarde. –Más musculoso, más hecho. Ese día pesó 486 kilos. Fue otro de sus grandes éxitos. Como dijo un periodista, cuando el jockey lo llamó a correr, entró en estampida. Tres largos sobre Puchet, que también lo había escoltado en el Nacional, mientras otros buenos se tenían que conformar con el resto de las chapas. 

     Reprisó en setiembre, para el Casares, otro clásico con gran historia, y volvió a ganar. Esta vez por una testa sobre Body Soguero, carrera que en los papeles era un match y en la pista se confirmó como tal. Después quedó segundo a tres largos de su archirrival en el Comparación, y ahí decidimos hacer escala en la Copa de Oro antes de anotarlo por segunda vez en el Pellegrini, porque lo veíamos muy bien. El compromiso no iba a ser fácil encontrándose con el campeón Latency, con Life of Victory, y con un tordo Royal Jabar del que se rumoreaba iba a tratar de hacer la punta y venirse de bandera a bandera. –Mi tordillo no pierde más –dijo alguien cuando abandonaron el codo. No sé si se trataba del dueño o de uno que se la había jugado toda, pero eran las mismas palabras que cuentan dijo el dueño de Grey Fox cuando entró al derecho muy cortado de Botafogo. Pero momentito jefe, que esta es otra carrera. El que viene cortado no es Grey Fox y el que salió a cazarlo es el Negro. Remó, remó, lo empardó y sobre la misma línea puso medio pescuezo a su favor, para gritarlo toda la tarde. –¿Está todo el club de propietarios? –nos preguntó en joda el fotógrafo cuando posábamos. Así quedaba gatillado para la revancha del Pellegrini, donde varios lo daban como serio candidato. Pero otra vez llegó medio perdido en la polvareda, 10º de Life of Victory. 

     En el 2009 siguió dando batalla, pero evidentemente ya no era el mismo. Allá por febrero perdió otro round del duelo llegando apenas octavo de Body Soguero. Y en la segunda parte del año corrió varias. Con un poco más de suerte hubiera ganado algunas. Siempre en la larga, llegó 2º al pescuezo de Seminu en el Chacabuco, 5º de Calidoscopio en las treinta cuadras del Pueyrredón, 2º a media cabeza de Golden Success en el Casares, y 3º lejos de Lingote de Oro en el Comparación. 

     –Colorao', cuando hay, hay pa' todos, me decía Danilo, panzaverde como yo, las veces que pegaba en firme. A partir de ese momento todos los de la barra quedaban armados para seguir escolaseando. Y el Negro, si te ponés a pensar, hizo eso. Con la que levantó hubo para todos. Fue un gran cadenero de la Fundación, le permitió a María comprarse el bulín, a Luisito tener la moto para venir a laburar, y sigue la lista hermano. Ese pingo nos cambió la vida a unos cuantos. Muchos nos criticaron por seguir insistiendo. Entre ellos el pelado de las zanahorias, que es muy respetuoso pero se animó a preguntar medio chivo si ya no era tiempo de mandarlo al haras. Yo también pensé en ponerle punto final a la campaña, pero a veces lo miraba asomando la cabeza desde el box, pachorra como siempre, y era como en la letra de Pobre Gallo Bataraz. Claro, ¿no escuchaste nunca ese estilo que canta Gardel? Es la historia de un viejo gallo de riña. En una parte dice Y si escaseaba la plata, o andaba medio tristón / entre brinco y reculón me picabas la alpargata / como diciendo “patrón, ya sabe si anda sin plata…” El gallo le sacaba la ficha del bajón al dueño y pedía que lo llevara a pelear. Impresionante. Bueno, te digo que a veces lo miraba al Negro y era como si volviera a hablarme, igual que aquel día del Nacional, ahora para decir que estaba sano y todavía se bancaba unos refregones más con tal de seguir ayudando a arrimarle unos mangos a esos pibes que tanto sufren. En fin, como te dije antes, tal vez sólo sean cosas que uno alucina cuando está por devolver el envase. La cuestión es que, aún sabiendo que no venía corriendo bien, lo anotamos en su tercer Pellegrini. Se mostraba con buena salud, es lo que le dije al periodismo. Finalmente terminó ocupando el peor puesto de su campaña. 

     En eso cavilaba días después cuando de pronto perdí la brújula y aparecí acá, donde estoy como soñando, ya te expliqué. Quiero hablar algo con la piba, saludarla, pero cuando me despierto, no puedo. Pucha, qué laburo jodido tiene, estar todo el día entre tipos que en cualquier momento se toman el olivo. En fin, por ahí dentro de un tiempo la pasan a otro sector, quién sabe. Me hubiera gustado contarle del Negro, lo que dije cuando lo conocí: “Con esa mansedumbre, o es un pingo o un perro”, y salió pingo. No, no me pongo pesado ni me olvido de los otros buenos. Doretta, Tolueno, Chloris… Pero el Negro es el Negro, viejo. Qué lástima si tengo que pirar ahora, ¿ya te dije que me gustaría estar todavía yugándola cuando nazcan sus primeros hijos? Pero no va a poder ser, creo que ya entendí el asunto. De uno de estos viajes que pego a cada rato recordando cosas no voy a volver. Hace unos minutos nomás me fui hasta Entre Ríos y vi unos cuantos amigos de los viejos tiempos, pero enseguida me descubrí acá otra vez escuchando el ruido del respirador que tiene el quía de al lado. Bueno, si no me prorrogan la visa y del próximo viaje no vuelvo, te dejo saludos para todos. Nos encontramos allá. No, no, nada especial. Tal vez, si no es molestia, una cosita. Llegado el momento, fijate si encontrás alguna manta del Negro y me la ponés en el jonca. Si se puede, no te preocupes. Es un detalle, está claro que me lo llevo en el corazón. 

Marcelo Fébula

Gran Premio Nacional 2007

No hay comentarios:

Publicar un comentario