martes, 23 de diciembre de 2014

Plumas Burreras - ¡Quédese quieto que el suyo ya ganó! por Pablo Gallo




Ayer en el Bosque estuve con el gran “Ojito”, un arcón de anécdotas. Y extrajo de su memoria una verídica y sin desperdicio, relacionada con el mítico “Pepe el Herrero”, aquel personaje legendario de los Eucaliptos. Ligero si los había, as del plomo y de los zapatos, aunque altruista y lleno de códigos.
La historia habla de un trainer rosarino que había bajado a La Plata con 5 pensionistas, cuatro de ellos fogueados en el Independencia, y el restante novato de lujosa sangre. Década del 50’. Los bancaba un patrón de la ciudad de Santa Fe, proclive a “maniobrar”.
Aclimatados los caballos, fueron un par de veces de tanteo. Al cabo jugaron uno, y al piso. También el segundo. Otro se rompió en la partida final. Y el cuarto levantó cuando pasaba de largo por dentro: venía a tarifa, llegó 5º a menos de 1½ cuerpo y a suerte distinta ganaba con luz. En la semana cayó el “tronpa” a las Diagonales, y fue categórico: “Llevo perdido un dineral, vendamos todo y volvete para Rosario”.
Sin embargo, el cuidador le tenía una fe ciega al potrillo, aún sin debutar. Y le imploró sólo una chance. “Está bien, pero los demás se van. Vamos a aguantar a ese un tiempo más por el recuerdo que tengo de tu papá, que le cuidaba a mi abuelo. Es el último. El último de verdad.”.
Abrumado por las deudas, pues se había jugado la vida en las palmeras, el compositor se esmeró con el hijo del francés Timor. A las pocas semanas, el pecho le latía fuerte, porque el novato cada día andaba mejor. Salía como tejo de las gateras. Echaba 42” al freno. Y nadie conocía el nombre del zainito al que el “Negro” Fuma le sacaba, un viernes a las 10:30 de la mañana, 1’14”2/5 con 12” de final. Telefoneó a Santa Fe: “Corre como con ruedas. Es una fija, Alberto. Véngase con la familia, ya le dije a mi hijo que venda el reloj de oro de cadena y viaje también”.
Pero al anotar a su crédito en una prueba de 1100 metros, el rosarino se quedaba mudo: aparecía en la carta de inscripciones un SPC que dos meses atrás perdía a ½ cabeza en los 1200 de Palermo al hacer sus primeras armas, con aprontes espectaculares… y el resto a una cuadra. Ahora tenía 1’ clavado de pasada, amén de un corte jerárquico indudable.
“A este no le gano”, pensó. Entonces, a sabiendas que era propiedad de “Pepe el Herrero” y conociendo su espíritu generoso, se apersonó una tarde en su stud para apelar a su bondad. Se presentó, relató su triste historia y le sugirió que no lo corriese, para qué si ganaba en el Argentino y le validaba esta única oportunidad de sobrevivir:
– Estoy arruinado, amigo. Es lo último que me queda. El último animal. A todos los demás les gano, pero al suyo, no. Es una cuestión de vida o muerte para mí.
– Imposible, el caballo está preparado para correr, es de compromiso, es de un comisario. Mire, si fuera otro no habría problema, pero justo este… va a ser clasiquero. Lo siento mucho, mas no puedo.
– Pero Usted gana todos los días. Lo corre a las dos o tres semanas y es lo mismo…
– Perdóneme, pero lo tengo que correr.

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Casi no dormía. El día del estreno se acercaba. La tarde anterior, carcomido por los nervios y los fantasmas de la ruina, golpean la puerta del stud. Y grande es su sorpresa, porque en lugar de su pibe, quien llegaba de un momento a otro, se apersona un peón de “Pepe”, mandándolo a llamar.
– Mire, alguna vez he estado así como Usted, en desgracia. Pero sé que ha sido decente y ha ayudado a mucha gente. Corra al suyo nomás, córralo tranquilo, que al mío le va a ganar. No pregunte nada, vaya y quédese en paz.

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El hipódromo reventaba de gente. Jugaron todo lo que tenían. El patrón, su familia, el pibe, el cuidador. Al subir la pizarra, todos los boletos y los placés para el de “Pepe el Herrero”, favorito abrumador. El vástago de Timor con un puñadito, el de ellos. Rumbo a las cintas, la pregunta del “tronpa” no se hizo esperar:
– ¿Y el catorce? Todos dicen que no pierde ese pingo. ¿Seguro le ganamos?
– Ese no nos gana. Va de canción…
Don Alberto dudó, intuyendo para sus adentros que en veinte minutos se terminaba el cuento.
Largaron. El de “Pepe” adelante del malón. El Timor 4º y 5º con buena acción, 3º por los “siete” y 2º al pisar el derecho, a las patitas del puntero. Su jockey lo busca, pero el “cetorca” mueve y se le va al galope, tirándole vaaaaaaarios cuerpos en la raya, con el 3º al rato.
El cuida rosarino mira el piso, al borde del colapso, mientras vuelven los ejemplares al pesaje. “Pepe el Herrero”, impasible, toma de la brida al favorito, y pasa a su lado casi sin mirarlo. Aunque escucha el tono amenazante del tumbado:
– ¡¡¡Me pasó traidor, me pasó!!! Esto lo va a pagar!!!
“Pepe el Herrero” se detiene, lo mira a los ojos y de modo tajante le responde:
– ¡¡¡Quédese quieto que el suyo ya ganó!!!
– ¿Pero por qué me toma viejo? ¿No se da cuenta que me ha voltiado, que me tengo que matar?
– ¡¡¡Quédese quieto le digo, y vaya a cobrar!!!

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Algunos minutos después, el Hipódromo de La Plata enmudecía: los altoparlantes anunciaban la modificación del marcador porque al catorce le faltaban 4 kilos de su equipo de montar.


Pablo F. Gallo
TAG - Todo a Ganador

1 comentario:

  1. Que cuentazo señores, me puso la piel de gallina,hermosisimo, como si lo estuviera viendo....

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