Anochece en Buenos Aires. Llego a casa y leo con pesar e indignación la nota de Pablo Gallo sobre como la dirigencia de La Plata después de una serie de irregularidades con el seguro que lo pusieron en riesgo de dejarlo postrado, dio de baja la patente de jockey de Jorge Arana, uno de los hijos de ese hipódromo, para evitar resarcirlo económicamente. Reflexiono y me doy cuenta que no es el primer caso.
Vienen a mi mente entonces las imágenes de hace apenas unos días con algunos, solo algunos, de los jockeys de La Plata en asamblea solicitando mejores condiciones de seguridad y mayor velocidad en el traslado a un nosocomio mas cercano en caso de accidente como si estuviesen pidiendo limosna. No logro comprender como no se unen en un reclamo tan básico. No logro comprender la división.
Ya son cerca de las 21 y mi hijo, de ocho años, me grita: -¡Dale Paaa! ¡Veni conmigo que empieza Boca!
Martín es fanático como el papá.
Apenas una hora después vuelve a invadirme la barbarie. Martín me pide explicaciones sobre lo que está viendo en pantalla y me las veo en figuritas para explicar lo inexplicable.
Gas pimienta dicen en la tele. Jugadores quemados. Un lapso infinito hasta que dan a conocer la suspensión inevitable.
Mientras los jugadores esperan en el medio de la cancha mi hijo vuelve a interpelarme: Pa, ¿porque los jugadores de Boca y los de River no están todos juntos? Se me hace un nudo en la garganta. Le pido a mi mujer que lo lleve a dormir con la excusa que ya es tarde y no se va a seguir jugando. Lo beso con un pesar que ya no me cabe en el cuerpo.
Hundido en el sillón veo como Arruabarrena intenta convencer a los jugadores de mi Boca para que acompañen a los de River en la salida sin éxito. El adversario se retira en medio de una lluvia de proyectiles. Orión invita a sus compañeros a levantar los brazos agradeciendo a los energúmenos que se quedaron para completar la tragedia.
A esa hora en TN responsabilizan a Berni. En 6,7,8 a Angelici / Macri.
Abrumado y con los ojos repletos de lágrimas, me siento delante de la computadora y comienzo a escribir: "El turf, el fútbol, y la tristeza infinita..."
Lopecito
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