Simplemente Paco
Hay momentos en la vida que nos marcan un antes y un después, y con el paso del tiempo es cuando valoramos la importancia de ese instante. Era un día mas como cualquier otro, fuimos con mi madre al Hipódromo de La Plata a visitar a mi padre, policía, y que hacía guardia en la tribuna oficial. No tengo ningún recuerdo de esa tarde, pero sí de esa noche; era invierno, el frio parezco sentirlo todavía, se corría la última carrera de la jornada y me fui a verla pegado a la reja para ver pasar a los caballos mas cerquita, aunque todavía no significaban nada para mí. Hasta que salió al paseo un alazán, color marroncito que brillaba por el reflejo de las luces, con tres patitas blancas como si tuviera esas medias altas de los jugadores de futbol, la cara manchada blanca hasta el hocico, era uno más de montones de caballos que pasan día a día por las pistas de nuestros tres hipódromos. Pero algo tenia, no me pidan que les explique que pero al pasar por al lado mío, el caballo me miro y algo tenían sus ojos, algo que me ato a él y a este hermoso mundo del turf hasta hoy, aproximadamente 8 años después que sigo recordando esa noche como si fuera ayer.
Salió tercero, con el numero 14, recuerdo buscar entre los asientos algún programa o revista que algún “burrero” ya sin ganas, hubiera dejado tirada por ahí, para poder buscar el nombre de este caballo. Finalmente pude saberlo, su nombre era Paco Dancer, un humilde caballo de 5 años ganador de tres carreras, con un cuidador modesto de la ciudad y una sangre que no es de las más altas de nuestro turf.
Esa noche, comenzó esta historia de “amor”, una historia rara porque es complicado enamorarse de un ser que nunca tocaste en tu vida y el cual seguramente nunca se entero de tu existencia. Salimos del hipódromo y recuerdo decirle a mi viejo si la próxima vez que corría ese tal Paco Dancer podía traerme a verlo. Y así fue no solamente en la próxima carrera sino en mas de 20 o 30 que volvió a correr hasta su retiro, solamente una vez volvió a ganar en todo ese tiempo.
En mi inocencia de un niño de 11 o ya 12 años buscaba al querido “Paco” ,como ya se lo conocía en la familia, en las anotaciones que subía el hipódromo de La Plata , para ver que día corría y poder preparar todo para ir a verlo. El día que corría Paco dancer era para mí, como si fuera la final del mundo, lo que sentimos los futboleros cuando rodo la pelota con Alemania era lo mismo para mí cuando Paco entraba a las gateras para largar.
Nunca me anime a pedirle a su cuidador si me dejaba aunque sea tocarlo o sacarme una foto con él , era como que el caballo estaba más allá, era un ser superior al cual yo, solo podía observarlo y disfrutarlo desde unos pocos metros. Las carreras de Paco pasaban, el siempre lejos de los ganadores, quinto, sexto, ultimo, a veces con suerte un cuarto puesto o un tercero que yo lo festejaba como si hubiera ganado la carrera más importante del año. Pero siempre estaba ahí, con sol , con lluvia , sin importar la hora estaba yo con mi viejo y a veces mi vieja aguantando mis caprichos de ir a ver a un caballo, el cual sabíamos entre todos que no iba a ganar, pero eran esos 15 o 20 minutos de verlo que a mí me llenaban el alma.
La única carrera que Paco Dancer gano después de esa noche, fue un año y medio más tarde, y yo ,en un capricho del destino seguramente, no estaba ahí para verlo. Llovía y no fuimos porque yo de chico tenía problemas pulmonares y no me podía volver a enfermar.
En ese momento, como todos esperábamos ver a Paco por la tele entrar de los últimos, pero que llegue bien y sano al disco, ese pedido que yo le hacía a dios antes de cada carrera “que Paco llegue bien y no se lastime”, pero no, esa noche fue distinto, como siempre el salía primero y cuando llegaba a la recta se cansaba y quedaba lejos, pero el destino y Paco tenían otro plan para esa nochecita lluviosa, con el numero de 10, la chaquetilla roja con las mangas amarillas y pegadito a la baranda doblo primero y se escapo de los rivales, solo, parecía volar al disco, estirando su izquierda derecha blanca como lo hacen los caballos buenos, o por lo menos eso era lo que yo veía y todavía tengo guardado en la memoria. No tenía ningún tipo de chance según los catedráticos, pago algo como $50 por cada peso jugado , y lo más loco no le habíamos jugado ni un solo peso a Paco, como era siempre la costumbre nuestra, porque el turf es mucho más que una cuestión de apuestas.
Esa noche fue una mezcla de alegría y tristeza, era la inmensa felicidad de verlo ganar, pero también era un puñal para mi, ese caballo al que había seguido tanto, al que había visto en todas sus derrotas no estaba yo ahí con él, para verlo ganar, para verlo sacarse la foto en esa herradura por donde pasaron tantos campeones en el Hipódromo de La Plata. Pero pensándolo bien con el tiempo, creo que fue el destino el que me hizo no ir ese día, para darme cuenta que los sentimientos no son solamente en los buenos momentos y que mi amor por ese caballo no pasaban ni pasa por los resultados de un marcador.
Después de esa carrera seguimos obviamente yendo a verlo siempre que corría y nunca más volvió a ganar. Pero algo había en los ojos de ese caballo y todavía no puedo saber que es, recuerdo que mi viejo con mucho amor fue a hablar con el cuidador del caballo sin que yo supiera para comprárselo y darme a mi ese mimo al corazón de tener a Paco en un campo e ir a visitarlo , el cuidador le dijo que no se lo podía vender porque le tenían mucho cariño, que su nieta todos los días le llevaba caramelos a la mañana antes de irse a la escuela y que eso no lo podía cambiar por plata, y ahí comprendí que no era solamente yo el que tenia cariño por Paco, que el tenia su familia y que ellos seguramente vieron eso que vi yo también en sus ojos y por eso no lo querían vender.
Mayor fue mi sorpresa cuando hace unos años, subí una foto a facebook de Paco Dancer en mi portada y me encontré con un mensaje privado de un hombre que me preguntaba si yo era el dueño de Paco y me conto que el le seguía todas sus carreras porque lo vio un día en el Hipódromo y se había “Enamorado” del caballo, había creado una pagina de turf en la cual nombraba al caballo y tenía el nombre de el por todos lados.
Todavía me sigo preguntado que tenía ese caballo, no era un gran campeón ni mucho menos sobre los cuales el público tiene ese enamoramiento. Entonces digo ¿por qué este hombre, su cuidador que no lo quería cambiar por plata, y yo teníamos ese amor por él, que en la pista era un caballo más que corrió aproximadamente 50 carreras y solo gano 4? La respuesta la encuentro en esa noche fría en la que lo vi por primera vez, algo tenían sus ojos, otra respuesta más racional que esa discúlpenme pero no puedo darles.
Con el tiempo, buscando a ver que había sido de su vida después de retirarse de la competencia me entere que estaba en el sector de equino terapia ayudando en las rehabilitaciones de los niños con discapacidades motrices, me lleno el alma saber que estaba ahí, que seguramente esos nenes iban a ver en Paco dancer lo que yo y otros pocos vimos, que le iban a dar todas las caricias que yo no pude darle, y me prometí ir a visitarlo un día, la historia de Paco Dancer tenía un final feliz.
En septiembre del año pasado me llego la noticia que Paco había muerto de forma natural. Fue para mí un balde de agua fría, por no perdonarme por no haber ido a visitarlo, porque Paco Dancer fue el ser que me metió en el mundo del turf, fue el que me demostró lo lindo que es esta actividad, en la cual uno se llena de amigos, donde la gente si te tiene que dar una mano te la da, por Paco Dancer hoy siento ese cosquilleo cuando veo pasar un caballo corriendo por delante mío, por el me emociono hasta las lagrimas con las victorias de los caballos argentinos en el resto del mundo, por el soy feliz dentro de un Hipódromo. Paco me enseño que esto no es una cuestión de apuestas ni de plata, que todas esas carreras que lo fui a ver me demostraron que lo importante no es ganar siempre y que el amor va más lejos que todo.
Hoy escribo estas líneas estudiando periodismo deportivo, con la ilusión de cubrir o trabajar entre los caballos de carrera, y me pregunto qué sería de mi vida si esa noche no hubiera visto a ese caballo. Seguramente mi pasión por este deporte no se hubiera despertado, hoy estaría estudiando otra cosa y mi vida sería totalmente distinta. Pero de lo que estoy seguro es que no sería tan linda como ahora, es por eso que cada mañana cuando me levanto miro el cuadro que tengo colgando en mi pieza de Paco y sigo pensando que algo distinto tenían sus ojos y que la historia de Paco Dancer, es parte de la mía también.
(*) Adrián Domínguez tiene 20 años, es platense y estudia periodismo deportivo en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP, para la cual realizó este ensayo.
Huyaa Adrii!!!
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