viernes, 26 de diciembre de 2014

Un Pellegrini para recordar. Por Ernesto Quirolo

En algún garabato que Lopecito tuvo la gentileza de publicarme en Plumas Burreras menciono, como al pasar, el Pellegrini de 1962, diciendo que algún día habría que hablar de ese acontecimiento. 

El tema anduvo bailando en mi cabeza un tiempo,  pero me faltaban precisiones sobre  algunos datos que no había conseguido retener, aunque si tenía fresca en mi memoria  aquella tarde y las cuestiones principales de la jornada. Busqué infructuosamente en la red. Nada, ni una palabra. 

En nuestra vida suelen cruzarse personas que no sabemos –a primera vista  si para bien o para mal, y tampoco sabemos qué nos pueden traer, tal vez algo importante, tal vez nada. El  12 de diciembre, vísperas del Pellegrini que hizo suyo Ídolo Porteño, Marcelo nos reunió en su casa de Soldati, a Lopecito, a Mário Rozano, a mí  y a  Marcos A. F. de Oliveira, a quien tuve el gusto de conocer esa noche.  Marcos es periodista de turf en Porto Alegre, investigador y coleccionista. Marcelo ya me había advertido que Marcos era poco menos que una enciclopedia andante  del Turf de Argentina, pero la verdad,  es que me dejó con la boca abierta. Increíble  la información que Marcos  tiene de nuestro turf, y ni hablar de  la prodigiosa memoria  de nuestro  amigo brasilero.


En el medio de la charla sobre el Carlos Pellegrini que se corría al día siguiente, barajando chances, opinando sobre éste o aquél, le comento que mi primer Pellegrini fue el del año 1962 (tenía 20 años)  y que para mí fue inolvidable por lo que viví  aquella tarde.  “Ah sí – me dice– el que ganó Tierno con Leguisamo” y ahí nomás se despachó con todos los datos, sangre del ganador, stud, entrenador  y hasta los colores de la chaquetilla. Lo miré de reojo a Marcelo como diciendo “Tenías razón,  parece que hubiera nacido en el Bajo Belgrano”. Pero lo más jugoso es que disponía de imágenes de ese Pellegrini, que prometió enviarme por correo electrónico, promesa que cumplió. Cuando vi las fotos no pude evitar emocionarme, imagínense.

Así que dicho todo esto y gracias al amigo Marco de Oliveira que me abrió la gatera para que me tienda a voluntad autorizándome a usar las fotografías como me parezca, es que me decidí a desandar los caminos del recuerdo, hasta llegar a aquel día y compartir con los amigos lo que viví.

Un calor agobiante esa tarde, inusual para la época. Debe haber habido  en el Hipódromo de San Isidro no menos de 80 mil personas. ¿No me creen?, miren la foto.




Al atractivo natural  que tiene el acontecimiento máximo del Turf de Argentina, se sumaba el interés de la afición por ver el  duelo entre Irmak (Seductor y Rustom's Legend), 3 años y ganador del Gran Premio Nacional de ese año sobre Huxley (Cardington King y Hussna), y   Eutropio (My Lord y Easter), 4 años y ganador de los 3500 metros del –si no me equivoco Gran Premio de Honor - Copa de Oro, despatarrando  por 15 cuerpos y de punta a punta  a Fanático, un  hijo de Churrinche y favorito excluyente de aquella carrera. El peso por edad obligaba a a Eutropio a darle 7 kilos al potrillo, 60 kg a 53 kg. Los debates de tribuna giraban en torno al peso, darle 7 kilos  a un potrillo de la calidad demostrada por Irmak en su campaña y  ganador nada menos que del Nacional, se consideraba una diferencia prohibitiva. Por el lado de Eutropio, sus defensores se afirmaban en el contundente triunfo obtenido sobre 3500 metros, de manera que los 3000 del Pellegrini no deberían ser un escollo  para él. En cambio Irmak subía 500 metros, de 2500 a 3000.

Las colas en las ventanillas de apuestas eran interminables, te ponías en la cola del 8 y cuando llegabas cerca de la ventanilla, resulta que estabas en la cola del 9, ¿exagerado yo?, para nada, aquello era un hormiguero, sólo con ver la foto,  imaginen  esa cantidad de público volcado a las ventanillas de apuestas   para fichar a sus preferidos.
“Se cierra el sport, cierren las ventanillas” sentenció  con voz grave y autoritaria el locutor del hipódromo. La espera para ver los boletos en la pizarra se hizo larga; finalmente empezaron a anotar y tal como se preveía Irmak  apareció como el  favorito y Eutropio, el enemigo.
Campana de largada,  colorada al tope,   los caballos caracoleando  detrás de las cintas, hasta que  finalmente se alinearon a gusto del starter. La respiración contenida, saltaron las cintas  y... ¡¡¡ Largaron !!!

























































































Metros adelante comienzan  a bajar algunos aplausos y gritos de las tribunas, Irmak parecía seguro ganador y ya inscribía  su nombre en la lista de ganadores del Gran Premio Carlos Pellegrini. Pero…. “El Pulpo” tenía otros planes.  En el tramo final de la carrera, apareció de la nada,  como un fantasma, y  en cuatro saltos bien calculados puso un pescuezo de ventaja sobre Irmak en el disco y mandó a la pizarra un dividendo de 17 pesos y monedas por cada dos apostados. Todo un batacazo para la época. Hubo reproches para el jockey de Irmak,  no pocos sostenían que se había confiado  en exceso, dando la carrera por ganada, cuando aún faltaba un trecho para el disco.





Todo sucedió en  3:04 1/5 para recorrer los 3000 metros de la prueba. Para tener una idea de lo valioso del guarismo, debemos decir que el récord para la distancia  en la pista de césped lo tienen:
-Ramazón: el 22 de Mayo de 1941 con 54 kilos 3:03 4/5
-Atlas: el 20 de Noviembre de 1960 con 60 kilos 3:03:4/5

Apenas los caballos cruzaron el disco  los aplausos y los gritos empezaron a apagarse, y fueron quedando los gritos aislados de los acertadores del ganador;  hubo un  instante de incredulidad y asombro cuando  la chapa del 22 apareció  al tope del marcador ¿cómo pudo suceder? Cuando Leguisamo comenzó a recorrer el trayecto hacia el circulo de los vencedores, crecieron  algunos  aplausos, cuando Legui le bajaba los cueros al potrillo, los aplausos se convirtieron en ovación, y entonces el público - la inmensa mayoría - los que habían acertado y los que no, tiraban por el aire revistas y sombreros saludando la extraordinaria e increíble faena del maestro de todos los tiempos. Leguisamo ya tenía  59 años, fue su décimo y último Pellegrini, y yo…… yo estaba ahí, con mis ojos llenos de asombro y admiración. Me han preguntado algunas veces  porque me gustan tanto las carreras de caballos…..  Los miro y no digo nada…. ¿qué les vas a explicar? Esto no se puede explicar  con palabras,  hay que  vivirlo y sentirlo,  como decía el querido Luisito Landriscina, las pasiones no tienen explicación de la piel pa' fuera.

Y para cerrar este recuerdo nada mejor, en homenaje al Maestro de los Maestros, que un fragmento del poema que  Héctor Gagliardi “El Triste”  le dedicó  y que nos dedicó un poquito también a nosotros los burreros:

Su figura es atracción en las tardes de carreras
Carrerista no es cualquiera, hay que tener corazón
¿Puede haber más emoción, que se compare en grandeza
Cuando él,  por la cabeza,  te salva de un metejón



























































 Tierno por The Yuvaraj y Palawan
Jockey: Irineo Leguisamo
Cuidador: Sergio Lema
Stud: Invadex
Criador: Haras Los Prados


Como dato adicional y para que no queden dudas que  el triunfo de Tierno fue obra de la astucia y la sabiduría de Irineo Leguisamo, el potrillo volvió a correr poco tiempo después un clásico barato, con la monta de Guillermo Gualberto Rivero,  enfrentó a tres rivales –sólo tres– y entró último.

Ah… casi mi olvido. Mis dineros habían  ido a Eutropio, amagó con dominar  al entrar al derecho y en el final  llegó 10º... mala suerte.

Ernesto Quirolo


Agradecimiento:
A Marco de Oliveira por su generosidad en facilitarme el material del que dispone sin poner ninguna condición. Un verdadero amante del Turf de Argentina el  crack brasilero. 

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