miércoles, 4 de febrero de 2015

Carol Strussman. Del Cristal a América.


Una Periodista con ganas de crecer en el Turf
Por Mário Rozano




Los desafíos son parte de la vida diaria de la periodista Carol Strussmann. Como un atleta especialista en triatlón que recorre el mundo sin preocuparse ante las dificultades de la profesión que ha elegido, no pierde la oportunidad de descubrir nuevos horizontes con el lema de nunca quedarse quieta. Y como un buen fondista, no le falta aliento para llegar al final de un viaje.

Cuando llegó al Hipódromo do Cristal para coordinar una actividad de marketing para el Gran Premio Bento Gonçalves-G1 de 2012, experimentó un verdadero choque de emociones con el medio ambiente y las carreras. Lo que en principio fue un reto, conocer el turf y sus complejidades, hoy es una nueva pasión, inseparable de su vida.



El momento de su primer encuentro con el Cristal fue decisivo para en apenas un rato sentir algo diferente en el aire, con un atractivo especial. El circo de la ciudad de Porto Alegre intenta volver a sus orígenes de centro hípico internacional, y la boda fue perfecta. Nadie mejor que un ejecutivo de MKT sabe lo que significa cruzar fronteras y llegar a ser visible para el mundo, porque no tiene otra manera de crecer en la actividad. Carol corre a través de esta integración con recursos que  comienzan a hacerse notar, por su belleza física pero sobre todo por su tremenda capacidad de trabajo, algo no demasiado frecuente en la escena del turf local.
Estar en Uruguay para el Ramírez, en Argentina para el Gran Premio Carlos Pellegrini y este fin de semana en Chile para acompañar la mayor prueba de potrillos de América del Sur, el gran Derby G1 del Valparaíso Sporting con la asistencia de 100 mil almas, va transformándose en rutina para Carol.

Los sueños de la periodista de estar presente en el Latinoamericano de Palermo el próximo 14 de marzo se están convirtiendo poco a poco en realidad. Tendrá que recurrir a sus escasas economías, tan necesarias para el viaje, pero lo hará sabiendo que dos días dentro de un evento de tal magnitud no es poco para seguir aprendiendo.
Pero al mismo tiempo Carol lamenta que Cristal no pueda enviar un caballo en condiciones para correr una carrera de importancia global como lo es la cita de Osaf y Longines, con 500 mil dólares en ganancias y el mundo entero asistiendo.
Tal vez este día llegue pronto... Mientras tanto, ¡Dale Carol!



Familia Hipica
Por Carol Strussmann




Cuando vine a trabajar al hipódromo sólo faltó que me dieran el pésame por mi elección. Algunas personas parecían tener piedad de mí por venir a trabajar en “una guarida de perdición”, con juego y personas –según ellos– de dudosa reputación. La reacción positiva vino sólo por mis amigos “viajados”, como un pastor que recordó con emoción una carrera de caballos que vio en Australia y, poco después de expresar su alegría con mi nueva ocupación, preguntó con entusiasmo: “¿Puedo ir un día a las carreras? ¡Es muy hermoso!”

Pasó un año y medio de mi inicio laboral en el Jockey Club y sólo puedo ver cosas buenas y valores loables en la industria de las carreras, que además coincide con las cosas que valoro en la vida: el deporte, la naturaleza, las personas con historias de vida, los desafíos. Existen posibilidades infinitas para trabajar más y mejor. Y eso sin mencionar el constante contacto con el mundo, con diferentes culturas, que me encanta. En ningún otro trabajo, a excepción del período en que estuve en Ginebra, fui exigida constantemente a pensar en tres idiomas. Me gusta eso, impulsa mis ganas de superarme constantemente.

Y cada vez más percibo que esa “cueva” en realidad es una gran familia, la Familia Hípica.
Me tomo la libertad de apropiarme de ese término, que le escuché a un colega peruano. Después de conocerlo durante el Gran Premio Carlos Pellegrini en Argentina lo encontré en el Hipódromo de Las Piedras, Uruguay, en la víspera del Gran Premio Ramírez. Me comentó lo cómodo que se sentía en cualquier hipódromo del mundo por su afinidad con las carreras de caballos y con las personas que hacen posible ese espectáculo. Y es cierto, luego de momentos de silencio y tensión, los caballos cruzan el disco y se comprueba: ¡la emoción de las carreras de caballos es universal!
Como yo estaba de visita –curiosa e interesada– en Las Piedras, sintiéndome como en casa, le presenté el hipódromo al colega peruano y le hablé del encantador modelo uruguayo, donde el turf tiene un papel importante en el desarrollo de la sociedad y se experimenta en todas sus dimensiones: deportiva, cultural, social, económica.
Un poco más tarde asistimos a una conferencia que estaban dando mis amigas uruguayas. No hay duda: juntos hacemos un turf mejor, y la definición de familia es la más exacta. El turf se convierte en una forma de vida en la que cada uno comparte sueños. Todos trabajamos en la misma sintonía y se superan los desafíos con unión, incluso las diferencias de este mundo tan ecléctico.

Aún no conozco muchos hipódromos, pero cuando conozco uno fortalezco la creencia de que éste es el camino a seguir. Así, no dudo en avanzar sobre nuevos horizontes, porque sé que siempre estoy en casa.

En cuanto al juego, otro perjuicio que baja: cuánto más asumo y vivo el papel que tengo en la Familia Hípica, más tengo la convicción de que no existe el azar, existe falta de preparación y dedicación. El turf no es suerte, es arte. Sólo en el diccionario la palabra “éxito” viene antes que “trabajo”. Los entrenadores madrugan para preparar sus caballos, los jockeys estudian sus virtudes y las de sus oponentes, los propietarios buscan lo mejor para su equipo, los empleados ponen empeño para tener un espectáculo cada vez mejor. Y al final, todos se abrazan e incluso a algunos se les llenan los ojos de lágrimas. Al final, todos celebran y quieren llevar a sus seres queridos a la pista de carreras, para sentir toda la grandeza y la emoción del deporte de los reyes, para llevar adelante una pasión.
Por lo tanto, la Familia crece.